viernes, 30 de enero de 2009

La mujer de las mil y un preguntas

La mujer de las mil y un preguntas llegó al lugar más recóndito del mundo de casualidad, deambulando con pasos titubeantes, sin un rumbo fijo. Las primeras palabras que se le oyó pronunciar fueron: “Qué hago acá?”, pregunta que nadie osó contestar, ya sea por ignorancia o por modestia.
Recorrió las calles alternativamente, inspeccionando todo a su alrededor con una mirada profunda, ojos inquisitivos, depredadores expertos de incógnitas escurridizas. De todo preguntó, a veces deteniéndose a recibir una respuesta, otras sin esperar las resoluciones, tal vez por ansiedad, tal vez por falta de interés, tal vez por circunspección o, simplemente, por falta de tiempo.
¿Qué es esto?, ¿Por qué corta la carne de esta forma?, ¿Doblo en esta esquina o sigo derecho?, ¿Este árbol será un Roble o un Sauce?, ¿El gato es suyo o de la vecina?, ¿Estoy segura de saber la respuesta o me estoy confundiendo?

Cualquiera que vislumbrara a la mujer de las mil y un preguntas inmediatamente advertía lo insólita y extravagante que era. Su paso errático e intermitente llamaban la atención a grandes distancias; su apariencia, muy delgada, y su forma de vestir eran estrafalarias y estaban en desacuerdo con el clima del momento: llevaba dos zapatos de distintas estaciones, pantalón con una pollera corta encima, camisa con pulóver, bufanda, sombrero y guantes. ¿Y si llueve y me mojo?
No obstante, lo más caricaturesco y estrambótico de la mujer de las mil y un preguntas era su rostro: todo en él era exagerado. Su nariz, inusitadamente crecida, parecía olfatear con una habilidad canina; sus orejas mayúsculas parecían aletear ya que no había sonido que eludiera sus fauces; y sus ojos, aquellos inquisitivos ojos, que con estrabismo crónico absorbían todo cuanto se moviera a su alrededor. ¿Y si me pierdo de algo?

Su paso por el lugar más recóndito del mundo fue tanto corto como eterno. La mujer de las mil y un preguntas falleció dos horas después de haber llegado, pero ningún habitante del lugar podrá olvidar jamás a aquella mujer tan extravagante que, con el paso del tiempo y el transcurso de las historias, terminará convirtiéndose en leyenda. ¡¿Aún mi muerte es confusa y ambigua?!




CONVERSACIÓN MANTENIDA ENTRE EDNA Y LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS ANTES DE SU MUERTE

¿Por qué me interroga tanto si no la conozco?

¿Y si te conozco más de lo que crees?

¿Qué hay en mí que supone que conoce? ¿Acaso no es usted una extranjera en este lugar? ¿Acaso no es la primera vez que nos vemos?

¿Y si somos similares en muchos puntos? ¿Y si nos parecemos más de lo que crees?

¿Qué considera que tenemos de semejante?

¿Preguntas, dudas, inquisiciones?

¿No seríamos todos parecidos si ese fuera el caso? ¿O acaso alguien logra rehuir de las interrogaciones de la vida?

¿Es esa una certeza o es una incógnita?

¿Certezas, incógnitas? ¿No dependen del ojo con el que se mire?

¿Y si todo gira alrededor de eso justamente? ¿Y si todo depende de las preguntas que uno tenga y de las resoluciones que uno tome?

¿Cómo se encuentra el rumbo si nos preguntamos qué hacer a cada paso?

¿Acaso no es la vida una sucesión de preguntas y respuestas? ¿Creías que la vida era tan fácil como para vivirla sin cuestionamientos? ¿Confiabas que frente a dos posibilidades podrías elegir sin miramientos?

¿Y si apostaba que sí? ¿Y si consideraba que todo sería mucho más sencillo en esta vida?

PALABRAS REVELADORAS QUE LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS LE PRONUNCIÓ A EDNA, CON SU ÚLTIMO ALIENTO.

¡Entonces, si realmente creías eso, estás equivocada y aún tienes tiempo de cambiar! No cometas mi error que por no saber diferenciar una certeza de una pregunta he vivido una vida errática y dubitativa. ¡Mírame! Recién ahora, en mi último aliento logro formular una afirmación. No obstante, niña, tampoco cometas el error de no preguntar, de no dudar.
Los cuestionamientos son parte de la naturaleza humana, son lo que nos hacen únicos a cada uno de nosotros. Debido a ellos, surgen las ideas, nacen los descubrimientos, se encuentra el verdadero amor: las incógnitas son el motor del hombre.
A partir de una incertidumbre se toman las decisiones. Imagina un mundo en el que todo fuera certero, un mundo llano, vacío, sin lugar a dudas. Seríamos todos iguales, tomaríamos todos los mismos caminos. ¡Qué aburrido sería vivir así de estancados!

Niña, presta atención a mis palabras, que por algo son mis últimas. Cuestiónate todo pero también aprende a escucharte, ya que es sólo dentro tuyo donde encontrarás las respuestas…

Y ASÍ FINALIZÓ LA CORTA PERO ETERNA CHARLA QUE MANTUVIERON EDNA Y LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS