jueves, 9 de julio de 2009

Nuevo camino

¿Cómo encontrarte, Edna, mi querida heroína? Hace ya unos cuantos meses que no me atrevo a inventarte. ¿Te habré perdido por siempre apenas comenzada mi búsqueda?

Es complicado inventar un invento y, más aún, tratándose de un invento tan complejo y delicado como tú. Tal vez mi Frankestein sea como todo hijo querido que por más fallas que resulte tener es siempre amado y adorado; no obstante, son tan fuertes mis deseos y anhelos de inventarte a la perfección y es tal mi terror al fracaso, que las hojas quedan en blanco y el tiempo pasa y, Edna, terminas por evaporarte en el vacío de mis ideas.

¿Qué camino tomar? ¿Por dónde seguir? Se abre un abanico de posibilidades, todas diferentes, todas ajenas, todas excluyentes unas de las otras, que es difícil saber con certeza cuál es tu norte y cuál es tu sur. Estamos demasiado unidas como para dejarte madurar libremente bajo la tutela de tan sólo el tiempo y la paciencia, pero, por otro lado, ¿cómo privarte de tesoros tan preciados?

No tengo dudas de que ésta opción, la de dejarte ser, es la única vía posible para una inventora tan aterrada como yo, ya que cualquier otra alternativa se me figura como una presa inatrapable y esquiva, al igual que el agua escurridiza cayendo por entre los dedos. La posibilidad de fracaso se imprime en mis hojas como un blanco impenetrable de letras sinsentido.

Haré entonces el mayor de mis esfuerzos y dejaré que ambas, tú y yo, nos entreguemos finalmente al cuidado del tiempo y la paciencia. Ellos sabrán qué hacer de nosotras. No hay opción más adecuada y conveniente para una heroína como tú, Edna, así como tampoco lo hay para una narradora como yo. Nosotras, tú o, quién sabe, yo, ambas inseparables.

domingo, 22 de marzo de 2009

Ana y Charlie


22 de marzo, 2009.

Querida Edna:

Hace casi un par de meses que no recibimos noticias tuyas y, si bien ya nos has advertido que no nos preocupáramos, no logramos evitarlo: somos dos diuturnos ancianos, reacios a abandonar nuestras viejas costumbres de cuidarte y protegerte. Por favor, entiende las razones de estas dos atormentadas almas, y escríbenos en cuanto leas este correo electrónico, contándonos por dónde andas y qué haces.

Aquí, en este lugar tan recóndito y alejado, la vida transcurre sin muchas novedades. El verano ha quedado atrás así que, lentamente, los días van acortándose y haciéndose más fríos. Esto me alegra ya que sabes lo mucho que detesto el calor. Justamente ayer, Charlie tuvo que sacar los abrigos del baúl, impregnados en naftalina, y en el fondo, totalmente enrollado, encontró tu sobretodo blanco, ese que tanto buscaste antes de partir. Lo cuidaremos bien hasta que regreses, ¿quieres?

A todos nos sorprendió tu súbita partida. Debo admitir que también me entristeció verte partir, pero respeto tus razones y te reitero que no dudes en escribirnos si acaso necesitas algo. Si bien Charlie se mostró lacónico y distante durante la despedida (y durante el mes siguiente) no pierdas de vista que el viejo cascarrabias te quiere más de lo que es capaz de demostrar. De hecho, no transcurre una sola mañana en la que no se levante y abra la puerta de tu habitación con la esperanza de verte recostada en tu cama. Él cree que no estoy al tanto de esta rutina suya y yo soy lo suficientemente anciana y sabia como para saber que debo cerrar mi boca.

El que realmente parece atribulado con tu marcha es Corsario. Olga nos cuenta que apenas prueba bocado desde que partiste y, de verdad, se lo ve más delgado y desaseado. Es habitual verlo merodear por nuestros techos con Gatita, la gata blanca del carnicero. De vez en cuando, les dejo en los tejados un pote con un poco del pastel de carne, ese que solías dejarles tú cuando cocinabas. Por supuesto que no tiene el mismo sabor que el tuyo, pero creo que de todas formas mi acometido surte efecto, ya que a la mañana siguiente encuentro el pote completamente vacío.

Edna, mi querida heroína, ¿por dónde andas? ¿Qué se te estará cruzando por esa mente tuya en este preciso momento? En el poco tiempo que pasaste con nosotros demostraste ser una persona fuera de lo común, con ideas e inquietudes diferentes del resto. ¡Nunca conocí a nadie ni remotamente similar! Es por esto que comprendo que el lugar más recóndito del mundo no haya sido suficiente para tí y es por esto que realmente deseo que allá afuera, dondequiera que estés, encuentres lo que buscas y aplaques tu curiosidad.
Hace un par de días llegó un hombre de pocas palabras al pueblo. Así como llegó, partió. Pero antes de desandar su camino, preguntó por ti. Nunca nadie supo quién era ni por qué te buscaba. Simplemente se dirigió al diariero y pronunció tu nombre, el diariero le explicó que te habías marchado hacía más de un mes a algún lugar desconocido, y entonces el hombre dio media vuelta y se fue. Espero que te encuentre alguna vez.
Aquí termina mi carta, mi querida Edna. El sol ya se ha puesto y esta vieja ya no puede mantener los ojos abiertos como antes. Albergo la esperanza de que mañana sea el día en que respondas nuestras correspondencias.
Cuídate mucho.
Te queremos demasiado,
Charlie y Ana

viernes, 30 de enero de 2009

La mujer de las mil y un preguntas

La mujer de las mil y un preguntas llegó al lugar más recóndito del mundo de casualidad, deambulando con pasos titubeantes, sin un rumbo fijo. Las primeras palabras que se le oyó pronunciar fueron: “Qué hago acá?”, pregunta que nadie osó contestar, ya sea por ignorancia o por modestia.
Recorrió las calles alternativamente, inspeccionando todo a su alrededor con una mirada profunda, ojos inquisitivos, depredadores expertos de incógnitas escurridizas. De todo preguntó, a veces deteniéndose a recibir una respuesta, otras sin esperar las resoluciones, tal vez por ansiedad, tal vez por falta de interés, tal vez por circunspección o, simplemente, por falta de tiempo.
¿Qué es esto?, ¿Por qué corta la carne de esta forma?, ¿Doblo en esta esquina o sigo derecho?, ¿Este árbol será un Roble o un Sauce?, ¿El gato es suyo o de la vecina?, ¿Estoy segura de saber la respuesta o me estoy confundiendo?

Cualquiera que vislumbrara a la mujer de las mil y un preguntas inmediatamente advertía lo insólita y extravagante que era. Su paso errático e intermitente llamaban la atención a grandes distancias; su apariencia, muy delgada, y su forma de vestir eran estrafalarias y estaban en desacuerdo con el clima del momento: llevaba dos zapatos de distintas estaciones, pantalón con una pollera corta encima, camisa con pulóver, bufanda, sombrero y guantes. ¿Y si llueve y me mojo?
No obstante, lo más caricaturesco y estrambótico de la mujer de las mil y un preguntas era su rostro: todo en él era exagerado. Su nariz, inusitadamente crecida, parecía olfatear con una habilidad canina; sus orejas mayúsculas parecían aletear ya que no había sonido que eludiera sus fauces; y sus ojos, aquellos inquisitivos ojos, que con estrabismo crónico absorbían todo cuanto se moviera a su alrededor. ¿Y si me pierdo de algo?

Su paso por el lugar más recóndito del mundo fue tanto corto como eterno. La mujer de las mil y un preguntas falleció dos horas después de haber llegado, pero ningún habitante del lugar podrá olvidar jamás a aquella mujer tan extravagante que, con el paso del tiempo y el transcurso de las historias, terminará convirtiéndose en leyenda. ¡¿Aún mi muerte es confusa y ambigua?!




CONVERSACIÓN MANTENIDA ENTRE EDNA Y LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS ANTES DE SU MUERTE

¿Por qué me interroga tanto si no la conozco?

¿Y si te conozco más de lo que crees?

¿Qué hay en mí que supone que conoce? ¿Acaso no es usted una extranjera en este lugar? ¿Acaso no es la primera vez que nos vemos?

¿Y si somos similares en muchos puntos? ¿Y si nos parecemos más de lo que crees?

¿Qué considera que tenemos de semejante?

¿Preguntas, dudas, inquisiciones?

¿No seríamos todos parecidos si ese fuera el caso? ¿O acaso alguien logra rehuir de las interrogaciones de la vida?

¿Es esa una certeza o es una incógnita?

¿Certezas, incógnitas? ¿No dependen del ojo con el que se mire?

¿Y si todo gira alrededor de eso justamente? ¿Y si todo depende de las preguntas que uno tenga y de las resoluciones que uno tome?

¿Cómo se encuentra el rumbo si nos preguntamos qué hacer a cada paso?

¿Acaso no es la vida una sucesión de preguntas y respuestas? ¿Creías que la vida era tan fácil como para vivirla sin cuestionamientos? ¿Confiabas que frente a dos posibilidades podrías elegir sin miramientos?

¿Y si apostaba que sí? ¿Y si consideraba que todo sería mucho más sencillo en esta vida?

PALABRAS REVELADORAS QUE LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS LE PRONUNCIÓ A EDNA, CON SU ÚLTIMO ALIENTO.

¡Entonces, si realmente creías eso, estás equivocada y aún tienes tiempo de cambiar! No cometas mi error que por no saber diferenciar una certeza de una pregunta he vivido una vida errática y dubitativa. ¡Mírame! Recién ahora, en mi último aliento logro formular una afirmación. No obstante, niña, tampoco cometas el error de no preguntar, de no dudar.
Los cuestionamientos son parte de la naturaleza humana, son lo que nos hacen únicos a cada uno de nosotros. Debido a ellos, surgen las ideas, nacen los descubrimientos, se encuentra el verdadero amor: las incógnitas son el motor del hombre.
A partir de una incertidumbre se toman las decisiones. Imagina un mundo en el que todo fuera certero, un mundo llano, vacío, sin lugar a dudas. Seríamos todos iguales, tomaríamos todos los mismos caminos. ¡Qué aburrido sería vivir así de estancados!

Niña, presta atención a mis palabras, que por algo son mis últimas. Cuestiónate todo pero también aprende a escucharte, ya que es sólo dentro tuyo donde encontrarás las respuestas…

Y ASÍ FINALIZÓ LA CORTA PERO ETERNA CHARLA QUE MANTUVIERON EDNA Y LA MUJER DE LAS MIL Y UN PREGUNTAS

viernes, 23 de enero de 2009

El Diablo de blanco

Las noches en el lugar más recóndito del mundo son sombrías y caliginosas. Una vez que el sol se retira por el horizonte, la densidad del aire aumenta y las truculentas sombras se extienden hasta devorar todo rastro de luz que se aventure fuera de las moradas. Y allí, en la macabra oscuridad, que ni los ojos felinos pueden socavar, aún las mentes más cuerdas pierden el juicio; entonces, los sentidos se desaliñan, ya nada es seguro, y la razón, aquel pilar del discernimiento humano, se hunde en un azabache de locura y terror.

Por este motivo, llama la atención que una mujer, arropada con un sobretodo blanco, se encuentre brujuleando por una de las tantas calles sinuosas en este lugar arcano y luctuoso.

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NOMBRE: Señora Olga
EDAD: No sea tan intrépido
PROFESIÓN: Dueña de “Las canas de Olga”, peluquería sin igual, ¿vio?

Fue ayer a medianoche que la vi pasar. Si hace una semana alguien me juraba que los diablos visten de blanco, no le hubiera creído, ¿vio? Pero ayer un diablo blanco, brillante como el fuego, pasó frente a mi peluquería y no sólo eso: también frenó justo en la puerta.
Sí, lo que le digo, frenó, se detuvo, paró en seco. Sólo espero que no me haya echado algún maleficio sobre mi peluquería, ¡lo que me falta! Siete años de mala suerte o algo por el estilo, ¿vio? ¿Por qué no se frenaba frente a la puerta del carnicero de la vuelta? Ese sí que se lo merece. Si supiera lo que cobra por el kilo de entraña…

Eran las 10, ¿vio?, y estaba a punto de empezar mi novela cuando veo un reflejo moviéndose en la pantalla de mi televisión. Por un momento creí que era el viejo Corsario que de nuevo se había trepado al mueble debajo de la ventana, ¿vio?, pero cuando me doy vuelta y miro… ¡Nunca me olvidaré de aquella figura blanca, endiablada!
¿Quién, sino un demonio, camina de noche por este lugar?

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NOMBRE: Corsario
EDAD: Viejo, pero ágil
ESPECIE: Felino doméstico
PROFESIÓN: Gato de compañía, lirón de categoría, merodeador nocturno.

Me estaba enluciendo un poco, justo afuera de la puerrrrta. Me encanta bruñirrrrme a la noche porque la calle está desierrrrta. Los humanos le tienen terrorrrr a la oscuridad. Además, a esas horas sale una felina de prrrrimera, que vive justo en la azotea de al lado. Gatita, le dicen, aunque yo la llamo “Terroncito de azúcar”.

Como le decía, me encontrrrraba sobre el felpudo en la entrrrrada de mi casa, cuando oigo el sonido de unos pasos morosos acercándose. Claro que no me amedrenté. Soy un merodeador nocturrrrno muy experimentado. Simplemente, esperé.

Un tiempo después, una herrrrmosa mujer vestida de blanco dobló por la esquina de la manzana. Al principio, pareció no verrrrme. Entonces, me encontré sin otra opción que lucir mi siempre irrrresistible rabo, bien melenudo y suave. Venga, toque… ¿nota? Mi rabo nunca falla. Fue por esta rrrrrazón que la mujer me vio y frenó. Me saludó, le rrrronroneé y siguió su camino.
Discúlpeme, pero ¿qué veo ahí? ¿Eres tú, mi Terroncito de azúcar? Hasta luego, debo irme prrrronto, prrrronto. ¡Espérame, Terroncito de azúcar! ¡Allá voy!


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NOMBRE: Edna
EDAD: 25 años
PROFESIÓN: Heroína

Mire, no porque sea una heroína, todo lo que haga tenga que ser heroico. Mi salida nocturna de ayer fue meramente eso: una agradable excursión en la oscuridad.
Comprendo que en este lugar tan recóndito no se acostumbre a pasear cuando la visibilidad no es óptima, pero ¿qué diferencia hay con pendonear a plena luz del día? Las calles son las mismas, las curvas también; las únicas notables diferencias, aparte de la opacidad, son los aromas y los sonidos.

A la noche, todo es distinto. La brisa es más fresca y pura, y con ella también se arrima el silencio, un silencio penetrante, punzante, que es como una caricia después de un día de bullicio. La noche es un poema que muy pocos poetas saben contemplar. Yo disfruto del velo nocturno; para mí, no existen los sonidos macabros ni las sombras funestas y espeluznantes. Yo no veo brujas donde hay un árbol ni vislumbro duendes malvados en una mera roca. En mi opinión, la noche opacará mi visión pero definitivamente enaltece otros de mis sentidos. Y es cuando la luna se encuentra en el firmamento, es durante esos instantes, que más disfruto de la vida que tengo.

Así que, le repito: mi paseo de ayer no fue una hazaña valerosa ni tampoco requirió de agallas para llevarse a cabo. Simplemente, tomé mi sobretodo blanco, abrí la puerta de mi hogar y me deslicé hacia el regocijo de las penumbras de la noche…