domingo, 22 de marzo de 2009

Ana y Charlie


22 de marzo, 2009.

Querida Edna:

Hace casi un par de meses que no recibimos noticias tuyas y, si bien ya nos has advertido que no nos preocupáramos, no logramos evitarlo: somos dos diuturnos ancianos, reacios a abandonar nuestras viejas costumbres de cuidarte y protegerte. Por favor, entiende las razones de estas dos atormentadas almas, y escríbenos en cuanto leas este correo electrónico, contándonos por dónde andas y qué haces.

Aquí, en este lugar tan recóndito y alejado, la vida transcurre sin muchas novedades. El verano ha quedado atrás así que, lentamente, los días van acortándose y haciéndose más fríos. Esto me alegra ya que sabes lo mucho que detesto el calor. Justamente ayer, Charlie tuvo que sacar los abrigos del baúl, impregnados en naftalina, y en el fondo, totalmente enrollado, encontró tu sobretodo blanco, ese que tanto buscaste antes de partir. Lo cuidaremos bien hasta que regreses, ¿quieres?

A todos nos sorprendió tu súbita partida. Debo admitir que también me entristeció verte partir, pero respeto tus razones y te reitero que no dudes en escribirnos si acaso necesitas algo. Si bien Charlie se mostró lacónico y distante durante la despedida (y durante el mes siguiente) no pierdas de vista que el viejo cascarrabias te quiere más de lo que es capaz de demostrar. De hecho, no transcurre una sola mañana en la que no se levante y abra la puerta de tu habitación con la esperanza de verte recostada en tu cama. Él cree que no estoy al tanto de esta rutina suya y yo soy lo suficientemente anciana y sabia como para saber que debo cerrar mi boca.

El que realmente parece atribulado con tu marcha es Corsario. Olga nos cuenta que apenas prueba bocado desde que partiste y, de verdad, se lo ve más delgado y desaseado. Es habitual verlo merodear por nuestros techos con Gatita, la gata blanca del carnicero. De vez en cuando, les dejo en los tejados un pote con un poco del pastel de carne, ese que solías dejarles tú cuando cocinabas. Por supuesto que no tiene el mismo sabor que el tuyo, pero creo que de todas formas mi acometido surte efecto, ya que a la mañana siguiente encuentro el pote completamente vacío.

Edna, mi querida heroína, ¿por dónde andas? ¿Qué se te estará cruzando por esa mente tuya en este preciso momento? En el poco tiempo que pasaste con nosotros demostraste ser una persona fuera de lo común, con ideas e inquietudes diferentes del resto. ¡Nunca conocí a nadie ni remotamente similar! Es por esto que comprendo que el lugar más recóndito del mundo no haya sido suficiente para tí y es por esto que realmente deseo que allá afuera, dondequiera que estés, encuentres lo que buscas y aplaques tu curiosidad.
Hace un par de días llegó un hombre de pocas palabras al pueblo. Así como llegó, partió. Pero antes de desandar su camino, preguntó por ti. Nunca nadie supo quién era ni por qué te buscaba. Simplemente se dirigió al diariero y pronunció tu nombre, el diariero le explicó que te habías marchado hacía más de un mes a algún lugar desconocido, y entonces el hombre dio media vuelta y se fue. Espero que te encuentre alguna vez.
Aquí termina mi carta, mi querida Edna. El sol ya se ha puesto y esta vieja ya no puede mantener los ojos abiertos como antes. Albergo la esperanza de que mañana sea el día en que respondas nuestras correspondencias.
Cuídate mucho.
Te queremos demasiado,
Charlie y Ana