jueves, 9 de julio de 2009

Nuevo camino

¿Cómo encontrarte, Edna, mi querida heroína? Hace ya unos cuantos meses que no me atrevo a inventarte. ¿Te habré perdido por siempre apenas comenzada mi búsqueda?

Es complicado inventar un invento y, más aún, tratándose de un invento tan complejo y delicado como tú. Tal vez mi Frankestein sea como todo hijo querido que por más fallas que resulte tener es siempre amado y adorado; no obstante, son tan fuertes mis deseos y anhelos de inventarte a la perfección y es tal mi terror al fracaso, que las hojas quedan en blanco y el tiempo pasa y, Edna, terminas por evaporarte en el vacío de mis ideas.

¿Qué camino tomar? ¿Por dónde seguir? Se abre un abanico de posibilidades, todas diferentes, todas ajenas, todas excluyentes unas de las otras, que es difícil saber con certeza cuál es tu norte y cuál es tu sur. Estamos demasiado unidas como para dejarte madurar libremente bajo la tutela de tan sólo el tiempo y la paciencia, pero, por otro lado, ¿cómo privarte de tesoros tan preciados?

No tengo dudas de que ésta opción, la de dejarte ser, es la única vía posible para una inventora tan aterrada como yo, ya que cualquier otra alternativa se me figura como una presa inatrapable y esquiva, al igual que el agua escurridiza cayendo por entre los dedos. La posibilidad de fracaso se imprime en mis hojas como un blanco impenetrable de letras sinsentido.

Haré entonces el mayor de mis esfuerzos y dejaré que ambas, tú y yo, nos entreguemos finalmente al cuidado del tiempo y la paciencia. Ellos sabrán qué hacer de nosotras. No hay opción más adecuada y conveniente para una heroína como tú, Edna, así como tampoco lo hay para una narradora como yo. Nosotras, tú o, quién sabe, yo, ambas inseparables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario